Pineberries, las fresas blancas con sabor a
piña
Aunque muchos expertos en el
mundo de la gastronomía creen erróneamente que las pineberries son el fruto de
una serie de experimentos, por su peculiar y curioso sabor, cercano a la piña,
lo cierto es que, aunque resulte extraño y hasta difícil de creer, es el
resultado de la mutación natural entre los antiguos tipos de fresa que
procedían de América.
Y es que, aunque en Europa
existían dos tipos de fresas autóctonas (la Vesca y la Moschata), los
exploradores europeos fueron cautivados por el buen aspecto de las fresas
americanas. De este modo, en el siglo XV importarían una especie de fresa
escarlata y grande del Norte de América (la Virginiania), y dos siglos más
tarde, en 1712, el francés Freizer haría lo propio con una pequeña fresa de
color blanquecino procedente de la zona que hoy en día ocupa Chile, conocida
como fresa Chilensis
Así, años más tarde, en 1750,
en la región fresera de Plougastel (en la zona francesa de la Bretaña),
surgiría accidentalmente un híbrido natural entre las dos especies americanas,
la pineberry, una fresa grande (como la Virginiana) y de color blanco (como la
Chilensis), con un sabor tropical muy parecido al de la piña.
Por unos motivos u otros, la
pineberry apenas tuvo éxito entre el público, y no se fomentó ni extendió su
cultivo. Hasta el punto de estar al borde de la desaparición (y por supuesto,
de ser prácticamente una desconocida entre el público), si no fuera porque
recientemente, a principios de milenio, una serie de ingenieros agrícolas
holandeses descubrieron algunos pequeños brotes salvajes de esta fruta en la
zona de Bretaña. Con estos especímenes, estuvieron trabajando las escasas matas
que quedaban mediante esquejes y un cuidadoso proceso de selección. Así durante
6 años, hasta obtener un amplio número de plantas sanas capaces de florecer y
tener fruto.
Actualmente, según la época,
están siendo comercializadas en Reino Unido (especialmente en los supermercados
Waitrose) por un precio de unas 3 libras por 125 gramos.
Una fresa de color blanco, con
un tamaño considerablemente más pequeño al de la fresa común, y con unas
llamativas pepitas de color escarlata. ¿Una falsa? ¿Un producto de la
imaginación humana? Una vez más, el poder creador de la naturaleza se adelantó
al ingenio humano, que únicamente ha puesto su mano para salvar a esta
interesante, y por qué no, deliciosa fruta, de desaparecer entre las sombras.
Aunque, todo sea dicho, lo haya hecho únicamente por comercializarlas y sacar
un provecho económico de todo ello…
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